18 de agosto de 2010

Cristianismo Cósmico



Mircea Eliade, "Mito y Realidad (Aspects du Mythe)" pp.178-182. Traducción de Luis Gil, Editorial Labor (España, 1992).

Las verdaderas dificultades surgieron más tarde, cuando los misioneros cristianos se enfrentaron, sobre todo en Europa central y occidental, con religiones populares vivas. De buen o mal grado se acabó por «cristianizar» a las Figuras divinas y a los mitos «paganos» que no se dejaban extirpar. Un gran número de dioses o de héroes matadores de dragones se convirtieron en San Jorges; los dioses de la tormenta se transformaron en San Elías; las innumerables diosas de la fertilidad se asimilaron a la Virgen o a las santas. Incluso podría decirse que parte de la religión popular de la Europa precristiana ha sobrevivido, disfrazada o transformada, en las fiestas del calendario o en el culto de los santos. La Iglesia ha debido luchar durante más de diez siglos contra el continuo aflujo de elementos «paganos» (entiéndase: pertenecientes a la religión cósmica) en las prácticas y las leyendas cristianas. El resultado de esta lucha encarnizada ha sido más bien modesto, especialmente en el sur y sudeste de Europa, donde el folklore y las prácticas religiosas de las poblaciones rurales presentaban aún, a fines del siglo XIX, figuras, mitos y rituales de la más remota antigüedad, es decir, de la proto-historia 1.
Se ha reprochado a las Iglesias católica-romana y ortodoxa el haber aceptado tan gran número de elementos paganos. ¿Estaban siempre justificadas estas críticas? Por una parte, el «paganismo» no ha podido sobrevivir más que cristianizado, aunque no fuera más que superficialmente. Esta política de asimilación de un «paganismo» que no se podía aniquilar no constituía una innovación; ya la Iglesia primitiva había aceptado y asimilado una gran parte del calendario sagrado precristiano. Por otra parte, los campesinos, por su propio modo de existir en el Cosmos, no se sentían atraídos por un cristianismo «histórico» y moral. La experiencia religiosa específica de las poblaciones rurales se nutría de lo que podría llamarse un «cristianismo cósmico». Los campesinos de Europa comprendían el cristianismo como una liturgia cósmica. El misterio cristológico implicaba asimismo el destino del Cosmos. «Toda la Naturaleza suspira en la espera de la Resurrección»; es un motivo central tanto de la liturgia pascual como del folklore religioso de la cristiandad oriental. La solidaridad mística con los ritmos cósmicos, violentamente atacada por los profetas del Antiguo Testamento y apenas tolerada por la Iglesia, está en el fondo de la vida religiosa de las poblaciones rurales, especialmente de la Europa del sudeste. Para esta parte de la cristiandad, la «Naturaleza» no es el mundo del pecado, sino la obra de Dios. Después de la Encarnación, el Mundo se restableció en su gloria primera; por esta razón a Cristo y a la Iglesia se les cargó de tantos símbolos cósmicos. En el folklore religioso del sudeste europeo, los sacramentos santifican asimismo la Naturaleza.
Para los campesinos de la Europa oriental, esta actitud, lejos de implicar una «paganización» del cristianismo, era, por el contrario, una «cristianización» de la religión de sus antepasados. Cuando se escriba la historia de esta «teología popular», tal como se puede percibir especialmente en las fiestas periódicas y los folklores religiosos, se dará uno cuenta que el «cristianismo cósmico» no es una nueva forma de paganismo ni un sincretismo pagano-cristiano. Es una creación religiosa original, en la que la escatología y la soteriología adquieren dimensiones cósmicas; el Ser Supremo, Cristo, sin dejar de ser el Pantocrator, desciende sobre la Tierra y visita a los campesinos, como lo hacía, en los mitos de las poblaciones arcaicas, el Ser Supremo antes de transformarse en deus otiosus; este Cristo no es «histórico», ya que la conciencia popular no se interesa por la cronología ni la exactitud de los acontecimientos ni la autenticidad de los personajes históricos. Guardémonos de concluir que para las poblaciones rurales Cristo no sea más que un «dios» heredado de los antiguos politeísmos. No existe contradicción entre la imagen del Cristo de los Evangelios y de la Iglesia y la del folklore religioso: la Natividad, las enseñanzas de Jesús y sus milagros, la crucifixión y la resurrección constituyen los temas esenciales de este cristianismo popular. Por otra parte, es un espíritu cristiano y no «pagano» el que impregna todas estas creaciones folklóricas: todo gira alrededor de la salvación del hombre por Cristo; de la fe, de la esperanza y de la caridad; de un Mundo que es «bueno» porque ha sido creado por Dios Padre y ha sido redimido por el Hijo; de una existencia humana que no se repetirá y que no está desprovista de significación; el hombre es libre de escoger el bien o el mal, pero no será juzgado únicamente por esta elección.
No vamos a presentar aquí las principales directrices de esta «teología popular». Pero hay que constatar que el cristianismo cósmico de las poblaciones rurales está dominado por la nostalgia de una Naturaleza santificada por la presencia de Jesús. Nostalgia del Paraíso, deseo de recobrar una Naturaleza transfigurada e invulnerable, al abrigo de los estragos consecutivos a las guerras, a las devastaciones y a las conquistas. Es asimismo la expresión del «ideal» de las sociedades agrícolas, aterrorizadas continuamente por hordas guerreras alógenas y explotadas por las diferentes clases de «señores» más o menos autóctonos. Es una rebelión pasiva contra la tragedia y la injusticia de la Historia; en suma, contra el hecho de que el mal no se revele tan sólo como decisión individual, sino sobre todo como una estructura transpersonal del mundo histórico.
Resumiendo, para volver a nuestro propósito, este cristianismo popular ha prolongado manifiestamente hasta nuestros días ciertas categorías del pensamiento mítico.


1 Leopold Schmidt ha demostrado que el folklore agrícola de Europa Central contiene elementos mitológicos y rituales desaparecidos en la mitología griega clásica ya desde los tiempos de Homero y de Hesiodo; cf. L. Schmidt, "Gestaltheiligkeit im bäuerlichen Arbeitsmythos" (Viena, 1952), especialmente pp. 136 ss.

6 de agosto de 2010

La más noble oración

Angelus Silesius, "Peregrino Querubínico (Cherubinischer Wandersmann)".

"La más noble oración se logra cuando el orante se transforma,
allá, en lo más íntimo, en aquello delante de lo cual se arrodilla."

4 de agosto de 2010

E-Sword - La espada electrónica del Señor



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Septuaginta + Nuevo Testamento Griego de Westcott-Hort (info): Descargar

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